¿Cuándo es el momento idóneo de comenzar a escribir unas
memorias?
Si esperamos en
exceso podemos caer en que muchos recuerdos se borren y otros queden
distorsionados por las telarañas del tiempo. Lo objetivo se vuelve subjetivo,
la memoria selectiva convierte lo bueno en magnifico y lo malo en anécdota.
Tanto es así, que a la peor situación pasada, el recuerdo la transforma en
anécdota humorística. No he visto cosa más absurda que ver a la gente (incluido
yo), descojonarse de risa, mientras relata alguno de los peores momentos de su
vida.
Es muy cierto que el plasmar públicamente los recuerdo de lo sucedido a uno, pueden
abrir heridas en algún conocido o quizás acarrear negativas consecuencias a
nivel laboral, por ello es mejor posponerlo hasta que engrosemos las listas de
los merecidos jubilados, y así unos habrán muerto en su mayoría y a otros que
les vayan dando…
Posponerlo lo más posible es lo ideal, pero si tan solo se
trata de dejar constancia de lo que uno ha vivido, y no necesariamente para que
nadie en concreto lo lea, y mucho menos desconocidos, a los que mis inquietudes les resultaran
indiferentes, y mi calidad literaria les dejara helados, sino tan solo para la
satisfacción personal, de plasmar los recuerdos. Recuerdos en un soporte
material que parece hacerlos más estables y verdaderos.
Difícil elección.
Hay un suceso que me atormentaba en la juventud y que los
años han vuelto a resucitar. Es uno de los motivos que me han empujado a hacer
esto.
Me ha vuelto a pasar de nuevo. Me he encontrado con una
persona que dice conocerme de toda la vida, sabe mi nombre y me saludó como si
ayer mismo hubiésemos comido juntos. A mí ni tan siquiera me sonaba su cara.
Acompañaba a otro amigo, que si conozco bien, porque le
trato a menudo. Esto ratificaba, que debería de haberle conocido. Como es
natural, yo disimule cuanto pude, golpeándole en el hombro, como si anteayer
hubiésemos estado juntos, devolviéndole el saludo efusivamente. Cuando les
abandone, mi espíritu quedo acongojado y desalentado. Me hago viejo y lo peor
mi mente se deteriora más deprisa que mi cuerpo.
Por otro lado, las reuniones esporádicas con los amigos de
la juventud, suelen conllevar, el relato de situaciones anecdóticas de antaño.
En ocasiones me he quedado helado, al comprobar, que algunas de las cosas
contadas, ni tan siquiera me suenan. Y verifican que yo era participe de ellas.
En otros tiempos, por culpa del exceso de alcohol, la noche
anterior, no recordaba algunos sucesos o personas, pero ahora se trata de
situaciones normales, sin influencias de ningún agente externo, que manipule mi
mente. Esto es lo preocupante.
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