Videocámaras de
vigilancia de estudiantes en los institutos. ¿Dónde está el límite
entre la seguridad y la libertad individual? ¿Estamos dispuestos a
sacrificar el libre albedrio, aunque sea de un modo sano y la
intimidad del estudiante, por tener controlado a los más
conflictivos? ¿Se pueden aplicar estos métodos a menores de edad en
todas sus actividades diarias, violando su intimidad, a la que tiene
derecho? ¿Qué zonas se deberían de vigilar? El exterior, los
pasillos, el patio, las aulas, el gimnasio, los aseos y vestuarios?
Todos los estados
totalitarios que degeneraron en lo más oscuro de la historia humana,
sacrificaron a sus ciudadanos poniéndolos al servicio de un
mastodóntico estado que los controlaba y explotaba. Justificando las
libertades de las personas, en busca del “sagrado” fin de la
seguridad y la paz interior. Dos fines loables y que al igual que el
hombre debe de buscar la felicidad como logro final, debe hacerlo con
el límite del respeto al prójimo, los estados deberían velar por
estos logros. Pero este Estado también debe tener límites. Ahí
radica el problema, en encontrar hasta donde debe llegar ese control
sobre el ciudadano, para no pisotearle sus derechos ciudadanos. En la
antigua Alemania Nazi, todos sus ciudadanos terminaron espiándose
unos a otros, siendo todos virtuales agentes de la Gestapo.
Países como Estados
Unidos de América, que presume de tener los mejores sistemas de
vigilancia y policía, no evita ser el más conflictivo de los países
civilizados. En índice de delincuencia en los institutos es mayor
que en cualquier otro. Y eso que incluso la policía cachea a los
estudiantes a la entrada en los centros más conflictivos. Y no
estamos hablando de esos periódicos episodios de pistoleros
juveniles que descargar su odio y su inconformismo vital a tiros
entre sus compañeros y profesores.
Últimamente se están
intentando cambiar todas las leyes relativas a la restricción de
derechos individuales. Se quiere limitar el derecho de huelga, el
derecho de reunión, el derecho a protestar y todo lo relativo a la
sana reclamación enfadada. Ahora se vigila al ciudadano con
videocámaras callejeras, de locales comerciales y ya en algunos
institutos españoles. Falta el gran ojo en cada domicilio para que
no se propase nadie ni incumpla ninguna ley.
El profesorado debe
vigilar a los estudiantes en sus facetas menos positivas. Está en su
competencia como educador de las mentes aun formándose de sus
alumnos. Tienen la potestad y la cualificación. Nadie como un
profesor conoce a sus alumnos y debe ser su guía espiritual, hasta
donde esté dispuesto a aceptar su pupilo. Por ello me parece muy
excesivo el uso de la videovigilancia en los centros. Aunque este
revestido de legalidad, que impone límites fáciles de saltar.
Seguramente el control
seria absoluto y los delitos y las faltas se reducirían pero quizás
a cambio de convertirnos en esos alumnos con cabeza de cerdo que
desfilan marcialmente por los pasillos camino de la picadora que
salen en el videoclip de la canción The Wall de Pink Floyd.
Colaboración LMC
Colaboración LMC
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